Érase una vez un rey que tenía, por asistente y amigo, a un hombre cuya facilidad para contar historias rebasaba casi lo imaginable. Cuando el rey se disponía a descansar, el hombre tenía el cometido de narrar al monarca varias leyendas y fábulas para facilitarle el sueño. Pero ocurrió que, en cierta ocasión, los problemas del monarca eran tan grandes y numerosos que le resultaba imposible conciliar el sueño con el número de historias acostumbradas. Quiso entonces el rey escuchar más historias, pero el hombre decidió contarle dos menos y muy cortas.
Tras aquellas palabras el hombre obedeció, arrancándose de la siguiente forma:
«Un campesino tomó cierto día mil libras de monedas de penique, y compró con ellas dos mil ovejas. Cuando las iba conduciendo hacia el refugio, el arroyo que había que cruzar para llegar estaba tan crecido que no se podía de ninguna manera cruzar a la otra orilla. El campesino, apesadumbrado, logró encontrar una barca, pero era demasiado pequeña para transportar en ella a todas las ovejas. Dándole vueltas a su cabeza, llegó a la conclusión de que podría transportarlas de dos en dos…»
Llegados a este punto de la historia, de repente, el narrador se durmió. Pero poco duró el descanso, ya que el rey no había quedado satisfecho aún con la historia y decidió despertarle al momento:
Y pensando y pensado en el final de la historia, que tan extraña le resultaba al monarca, cayó rendido sobre su almohada sin necesidad de más palabras.
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Neil Alden Armstrong, más conocido como Neil Armstrong, fue un astronauta estadounidense y el primer ser humano en pisar la Luna. También, fue ingeniero aeroespacial, piloto de guerra, piloto de pruebas y profesor universitario. Pronunció su famosa frase: “Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad” que quiere decir que ese último paso, al bajar de la escalerilla del módulo y pisar el suelo lunar, representa el duro trabajo y los sueños de toda la humanidad para haberlo podido dar, confirmando la llegada a nuestro satélite.
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Características:
Nombre botanico: Castanea sativa Mill.
Familia: Fagacae
Sinonimia: Castanea vesca Gaert, Castanea vulgaris Lamk, Castanea castanea Karst, Fagus castanea L.
Castilla: Castaño Común, regoldo, castaño regoldano (el silvestre). Cataluña: Castanyer. Euskera: Gaztainondo, gaztaña. Galicia: Castañeiro, castiñeiro, castiro. Portugal: Castanheiro
Árbol de tronco derecho, grueso y corto capaz de alcanzar los 35 m de talla.
Sistema radical muy desarrollado, casi tanto como los robles. Las raíces laterales dan brotes o renuevos y además el castaño brota bien de cepa. Corteza verdoso pardusca y agrietada longitudinalmente.
La copa es frondosa y amplia, casi esférica, muy ramosa en los castaños injertados, más limpia en los silvestres que crecen en conveniente espesura.
Ramas gruesas y rectas, las inferiores patentes o subpatentes en los pies cultivados añosos. Ramillas con lenticelas sin yema terminal. Yemas gruesas, ovoideas, obtusas o puntiagudas.
Las hojas, caedizas (aunque en el otoño se conservan bastante tiempo secas y de color marrón) y alternas, son lanceoladas, tres a cinco veces más largas que anchas, con 15 a 20 nervaduras secundarias a cada lado del nervio principal, con el contorno aserrado regularmente y provisto de pequeños dientes agudos, glabras en ambas caras, verde fuerte y brillantes por encima y verde más claro y mates por el envés, de breve pecíolo.
Detalle de hojas y frutos
Las flores masculinas se disponen en amentos alargados, interrumpidos, delgados, por lo común erguidos, de color amarillento y olor desagradable. Están formados por glomérulos de 5-6 flores, a veces hasta 10, con una bráctea común ligeramente trilobulada. La flor masculina tiene periantio doble, trímero, con 8 a 12 estambres salientes y un rudimento de ovario. Una vez abiertas las flores, el amento parece continuo.
Las flores femeninas, en grupos de 2 a 5, generalmente tres, están dispuestas en la base de los amentos masculinos, protegidas por un involucro común, que después de fecundadas las flores, se transformará en una cúpula o envoltura coriácea, gruesa, armada de púas, agudas (de ahí el nombre de erizo, que recibe) con dos o tres castañas en su interior y abriéndose en cuatro valvas al madurar en septiembre a noviembre. Las flores masculinas y femeninas están juntas sobre el mismo árbol (es planta monoica).
El fruto, la castaña es una nuez ovoidea a subglobosa, ancha, con cicatriz de inserción en la base, pericarpio duro, lustroso, con el típico color castaño, tomentoso-afelpado en el interior, con simiente comestible rodeada de tejidos membranosos.
Prefiere los terrenos silíceos, sueltos, profundos, y susta
nciosos; es exigente en cuanto a la humedad o frescura del suelo, requiriendo un mínimo de 75 a 200 litros por metro cuadrado de precipitaciones estivales y 600 mm anuales como mínimo.
Su crecimiento es grande y rápido, a veces 1,5 m por año. El castaño es muy longevo, llegando a vivir muchos siglos.
Madera heterogénea, de color amarillo claro que al envejecer toma tonalidades más oscuras. Duramen y albura bien diferenciados, semipesada (densidad normal al 12 % de humedad de 0,665 a 671), semidura, con líneas oscuras en el despiezo tangencial. Anillos anuales bien diferenciados, destacando por su anchura la zona de otoño con relación a la de primavera. La madera es de duraminización rápida, la albura muy poco extensa.
Distribución:
Aunque parece ser que los países originarios del castaño son las partes de Asia y de Europa que rodean inmediatamente el mar Mediterráneo, el castaño se ha asilvestrado en nuestro país de tal modo que los anglosajones lo llaman castaño de España.
En pies aislados o en pequeños rodales se halla el castaño en casi todas las provincias; se cita en Valencia y Murcia y abunda en el Noroeste, Norte, Nordeste y Centro; sobre todo en Galicia, Asturias, Cantabria y Vascongadas, Cataluña, Cáceres, Ávila y Salamanca y en el Sur y Sudeste, en Huelva y Granada.
Como árbol silvestre o de monte (no injertado), el castaño regoldo cubre extensiones de la cordillera que separa la Extremadura Alta de Salamanca y Ávila con ejemplares magníficos en las sierras de Béjar y Hervás, en Málaga en la Serranía de Ronda y algunos rodales en Sierra Morena y las sierras del Norte de Badajoz limítrofes con Cáceres y Toledo.
En las islas Canarias, hay en Tenerife espléndidos rodales de castaño intercalados entre los cultivos ordinarios; en la isla de la Palma hay en Tazacorte copudos castaños y en el resto de la isla bosquetes y pies aislados; en Gran Canaria está representada la especie en Los Pasitos, Teror, etc.
Los antaño extensos castañares españoles están siendo diezmados desde hace tiempo por una virulenta enfermedad fungosa llamada «tinta», denominada así por la coloración negra que bajo la corteza va tomando la zona atacada. Cuando la enfermedad logra el anillamiento completo del cuello, muere el árbol, tras un período de progresión del mal de duración variable. Para atajar esta enfermedad y otra, también fungosa el chancro, se ha recurrido a la aclimatación de patrones exóticos. Así el Castanea crenata Steb y Zucc. del Japón y Castanea mollissima BI. del Este de China se han cultivado en viveros de Galicia y se han injertado con el castaño de España. Los patrones exóticos requieren climas suaves, húmedos, y templados adecuados para el Norte pero impropios para el Centro o Sur. Son de más lento desarrollo que el sativa.
El castaño ocupa hoy en España una superficie de 126 558 ha, el 2,05% de la superficie arbolada de frondosas y el 1,07% de la arbolada total.
Época de Floración
Las flores aparecen después de las hojas en mayo-junio.
Generalidades:
La llegada de los castaños a la península Ibérica hay que agradecérsela al Imperio Romano, la afición de los romanos por este fruto originario de Italia, les llevó a extender esta especie por todo el Imperio, llegando hasta nuestros días siendo ya considerada como una especie autóctona.
Es especie de media sombra, poco robusta o algo delicada cuando joven;
requiere abrigo en su primera edad en las exposiciones más frías y calientes.
Vive desde el nivel del mar (Galicia, litoral cántabro) hasta los 1500 m de altitud en Sierra Nevada. Los mejores castañares frutales están entre los 200 y 600 m y como productor de maderas, hasta los 1000 m. En el Centro y Mediodía de España, prefiere las exposiciones frescas del Norte y Nordeste.
El castaño es una de las plantas arbóreas más bellas y majestuosas de nuestro país. Los castañares constituyen un ornato incomparable en muchas partes. Moverse en el ambiente de castañares vetustos, bajo la vasta copa verdeguean-te, hace respirar una atmósfera de serenidad, de solemnidad apagada y luminosa que es el preludio de los más grandes esplendores de la floresta mediterránea. La actual decadencia de nuestros castañares parece favorecida por un cierto descuido cultural, consiguiente a la depreciación de sus productos tradicionales: los frutos, su madera y sus leñas.
La madera es enteramente comparable a la del roble común. Se distingue de ella por la ausencia de radios medulares anchos, de las manchas características del roble.
Mueble de castaño mazizo en su color original
Los castaños llegan a adquirir extraordinarias dimensiones citándose ejemplares como el renombrado castaño de los cien caballos, en las faldas del volcán Etna (Sicilia), cuyos jinetes al mando de la reina Juana de Aragón se acogieron a la vez bajo la frondosidad de su enorme copa.
Majestuoso Castaño
El corazón es muy rico en taninos. Es particularmente duradero como el roble.
La utilización de las maderas de grandes dimensiones se hace por la ebanistería, la carpintería y la construcción. En monte bajo, en turnos de 5 a 6 años, las guías de castaño proporcionan varas para cestería, cuévanos, aros de barrica. En turnos de 30 a 50 años, postes de telégrafos, viguetas, duelas para barriles y toneles.
La madera del castaño sirve también para la fabricación de extractos curtientes. Los residuos de esta extracción sirven para la fabricación de pasta de papel que se incorpora a la pasta de resinosas para dar papeles de bella calidad. A partir de la pulpa de castaño destaninizada, mezclada con ciertas especies como el haya, se fabrican tableros de fibras duras de excelente calidad empleados en los revestimientos de puertas, de tabiques etc.
La producción española de madera de castaño es de 147 600 m3 de cortas anuales y de leña, unos 165000 estéreos.
Como combustible, la madera de castaño tiene el inconveniente de estallar; inferior al roble desde este punto de vista, da una mediocre madera de calefacción.
El fruto, comestible, se consume crudo, cocido y asado marcando la aparición de las castañeras en las ciudades el comienzo de los fríos invernales. La castaña de los regoldos sirve para la montanera.
El castaño reviste igualmente un gran interés ornamental en las variedades distintas del tipo: pyramidalis, pendulifolia, latifolia y discolor
Las infusiones de la hojas se usan en las afecciones respiratorias, siendo un remedio popular contra la tos ferina. Muy utilizado en homeopatía.
Los castaños silvestres producen ordinariamente castañas pequeñas y de calidad muy mediana. Para mejorarlas, se utiliza el injerto. La costumbre del injerto varía en Francia, Italia y España. Entre nosotros es corriente desmochar a fines de invierno o a la entrada de la primavera los pies que han de servir de patrón. Después se dejan solamente los brotes que habrán de injertarse al año siguiente o a los dos años. El injerto es de canutillo en los castañares de la sierra de Arasena, de púa en el Norte, Noroeste, etc. Para ligadura se emplean cordones de lana, rafia, juncia, etc. y se usan varios mastiques a base de cera amarilla, trementina, pez blanca o negra o sebo.
Tradicionalmente se empleó como fuente energética para la población campesina, tanto mediante el consumo directo como en diversas recetas gastronómicas, y también como alimento para los animales domésticos (fundamentalmente cerdos), pero perdió su lugar de importancia en la dieta europea con la llegada de la patata de América. Esta sustitución en el papel alimenticio que tenía en la castaña fue tan importante que en algunas regiones, como Galicia, todavía hay lugares donde se llaman castañas a las patatas (igual que en francés las patatas reciben el nombre pommes-de-terre, “manzanas de la tierra”). Tradicionalmente la castaña puede consumirse cruda, aunque también cocida o asada. El marrón-glacé es un dulce de receta francesa que aumenta enormemente el valor energético de las castañas.
Recientemente se ha fomentado el reaprovechamiento de la castaña mediante la oferta de productos tradicionales como el aguardiente de castaña, la crema de castaña, el pan de castaña, etc., pero en los últimos años ha continuado una tendencia a la caída de su producción y consumo.
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Yace la Laguna, que califican de traicionera, y a la que nunca acercan sus ganados los pastores de la Sierra, en el fondo de una profunda sima, que le da aspecto terrorífico en medio de aquellas edades, rarísima vez pisadas por la planta humana, y casi siempre coronadas por un turbante de nubes. En tiempo de los moros, hubo en las alturas de Sierra Nevada un espléndido palacio, rodeado de bellísimo jardín. Eran de mármol y de serpentina las solerías, y de estucos y alicatados, como los bellos aposentos de la Alhambra las paredes. Espesas arboledas se prolongaban hasta un lejano cerco de montañas, manteniendo el palacio aislado y oculto de la curiosidad de los mortales. Allí vivía una bellísima princesa, cuyo padre, el Rey moro de Granada, la sometió recién nacida al estudio de los sabios, mandándoles descifrar el Destino de la niña en el libro de los astros. El horóscopo anunció que la princesa moriría al conocer el Amor, y el Rey, queriendo oponerse a la fatal sentencia, fabricó el palacio en el sitio más inaccesible de la Sierra, mandando que nadie se acercase a aquel lugar, donde la encerró bajo la vigilancia de una mujer de confianza: la discreta Kadiga, de los cuentos alhambreños. Pasaron los años, y la niña llegó a hacerse mujer, sin conocer más mundo que el que se contenía en aquel marco de montañas, ni más personas que las esclavas encargadas de su servicio. Un tenebroso subterráneo, cuya entrada era un misterio para todos, permitía al Rey visitar de vez en cuando aquel paraje inaccesible, y ver desde lejos a su hija, cuando oculto entre las espesuras la miraba pasar por los laberintos del jardín. Se hallaba un día Cobayda -que así se llamaba la princesa- recreándose en los bosques que limitaban el recinto de la morada, cuando apareció entre los árboles un arrogante caballero, que se había perdido en la montaña y vagaba de valle en valle sin encontrar el camino que la condujera a la ciudad. La princesa, que nunca había visto más que en sueños una figura varonil, sintió intensa emoción ante aquel joven tan apuesto. El doncel, por su parte también se enamoró, y desde entonces, y aprovechándose de la confiada seguridad en que vivían Kadiga y sus esclavas, salía todas las noches la princesa para encontrar al joven vestido de azul, junto a las frondosas alamedas del jardín. El carácter antes triste y melancólico de Cobayda, se tornó alegre y animado. Esto despertó las sospechas de Kadiga, y puesta en vigilante acecho confirmó sus temores, sorprendiendo a la enamorada pareja. Montó en cólera el Sultán al conocer la noticia, y la comprobó por sí mismo, escuchando las palabras de amor que el hermoso joven deslizaba junto al oído de la enamorada doncella. Ciego de ira el Rey moro se lanzó furioso contra la feliz pareja. Un relámpago brilló cuando el Sultán desenvainó su alfanje damasquino, y la cabeza del doncel rodó largo trecho por el suelo, hasta quedarse convertida en una piedra negruzca que aún puede reconocerse fácilmente. La princesa, asustada por aquella terrible aparición, quedó convertida en hielo, y de sus ojos brotaron tantas lágrimas que bastaron para llenar el valle y convertirlo en un lago salado -La Laguna de Vacares-, que cubrió el palacio, el valle y el jardín. El Rey, aterrado por la desesperación de aquella hija predilecta, quiso huir, pero no pudo: se había convertido en una enorme roca, que sigue enhiesta junto a la Laguna, y gime y brama cuando en las noches de furioso temporal la recorren el remordimiento y el dolor.
FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, F. y FERNÁNDEZ RUBIO,F. 1992